martes, 26 de enero de 2010
La princesa de hielo
Hace muchos años, o quizás no tantos, ya empiezo a ser vieja para recordarlo, vivió en un país, no tan lejano como me gustaría pensar una pequeña princesa.
La llamaban la princesa de hielo porque vivía en un reino donde siempre era invierno. El palacio, los árboles, sus ropajes, incluso su corona estaban hechos de hielo y apenas tenía súbditos excepto aquellos que podían sobrevivir a esas extremas temperaturas.
La princesa era feliz en su hogar, rodeada del frío, no había sorpresas, todo funcionaba como debía funcionar y eso le gustaba.
Un día paseando por los alrededores del reino se encontró con un muchacho. Él era habitante del valle, el príncipe del valle nada más y nada menos.
Antes de darse cuenta, ambos se encontraban inmersos en una animada conversación, los dos sentían curiosidad por el reino del otro y se dieron cuenta de que juntos estaban muy cómodos.
El encontrarse en la frontera de ambos reinos pronto comenzó a ser una rutina y el príncipe empezó a visitar a la princesa para conocer su palacio y su reino.
"Es bonito, pero hace demasiado frío" solía decirle.
Ella no podía ir al reino del príncipe.
"Mis ropas, mi corona, todo desaparecerá si me alejo de mi reino, lo entiendes ¿verdad?
El príncipe parecía entenderlo pero cada vez se sentía más incómodo en el reino de hielo de la princesa, tenía frío y no era del todo feliz rodeado de tanta soledad, pero ella no parecía darse cuenta, pues estaba siempre cuidando de que todo en su reino fuese perfecto para el príncipe, en lugar de preocuparse por él.
El príncipe del valle empezó entonces a visitarla con menos frecuencia, la rehuía, y trataba de hablar de temas triviales cada vez que se encontraban, hasta que una tarde no volvió....
La princesa estaba destrozada, sin darse cuenta el príncipe se había convertido en una parte indispensable en su vida, más valioso incluso que su castillo, más valioso que su reino.
Armándose de valor decidió ir al valle a buscarle, ya nada le importaba excepto volver a estar con él.
Conforme se iba acercando al valle su ropa se empezó a derretir, gotas de agua que antaño habían sido una hermosa corona le caían por el rostro, pero nada de ello importaba ya, sólo quería volver a ver al príncipe, saber qué le había pasado, por qué había dejado de ir a verla.
Cuando llegó al reino se estaba celebrando una fiesta, y asombrada advirtió el colorido de la primavera, las risas de los habitantes del reino del valle, el sonido de la música.
Ya estaba totalmente desnuda y la gente la miraba, pero no le importaba, todo era demasiado hermoso e impresionante.
Atravesando el tumulto le dijeron que se celebraba una boda, la boda del príncipe....
Un aguijón atravesó su corazón, pero aún así insistió en llegar al final de la muchedumbre con un ligero atisbo de esperanza.
Cuando vio a la feliz pareja descubrió que, como en lo más hondo de su corazón sospechaba, era el príncipe el que se casaba con otra joven.
Su estómago se encogió, el dolor la recorrió como una llamarada apretándose en su garganta, y deseó gritar o dejarse caer, desaparecer, pero ni siquiera para ello tuvo fuerzas.
Sintió algo caliente cayendo por su rostro, era una lágrima. Jamás había visto una lágrima durante todo el tiempo en el que había vivido en el reino de hielo, todas se helaban antes de llegar a sus mejillas.
Y allí, desnuda, sin nada a lo que aferrarse, rodeada de dolor, pensó que esa cálida lágrima que abrasaba su piel era algo realmente hermoso.
Encantada humanidad
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